JOSÉ BONO

Las bases socialistas te consideran el hombre capaz de sacar al PSOE de su situación actual

Querido expresidente…

Ruiz de Alarcón, al escribir Las paredes oyen, no pensaba en que los diarios sí que difunden lo que escuchan. He terminado de leer tu libro, invadido por un regocijo inextinguible. Escribes con un grave acento de verdad. Dices lo que te han dicho los protagonistas de aquella época en vilo que va desde 1992 a 1997. Has tenido el valor de publicar tu diario personal. «No he querido hablar de memorias sino de diarios. La palabra 'memoria' evoca recuerdos y 'diarios' tiene una connotación notarial». Es cierto. En tu libro Les voy a contar das fe de hechos, dichos y personas que clarifican la política española. Se trata de un libro imprescindible para el historiador y de un regalo para el lector que ama la verdad.

Ahora sabemos que Felipe González consideraba a Ferraz como un nido de conspiradores, «como si el proyecto político del PSOE fuera algo mítico que se transporta por el desierto en un tabernáculo rodeado por cuatro monaguillos que echan incienso al sumo sacerdote Alfonso Guerra». «Quiero a mi partido -añade González- y no lo dejaré en manos de cualquiera». Pero lo dejó. Primero, en manos de Almunia, después de prometerte que serías tú el candidato a presidente; más tarde lo puso a los pies de Zapatero, impidiendo que por un puñado de votos le ganases el envite en el Congreso del partido. A Alfonso Guerra, por cierto, lo escabechas a fuego lento, sobre todo cuando pones en su boca: «Los cajones que más tuvimos que limpiar en Ferraz fueron los de Felipe». Y rematas la operación al referirte al hermanísimo, con remembranzas al Arturo Mas acosado: «Juan Guerra nos hizo mucho daño porque no es lo mismo quedarse con el dinero que darlo al PSOE».

Son muchos los que comparten tus elogios a Sabino Fernández Campo y tus reticencias a Fraga, que, en plena pirueta conversa, pidió el derecho de autodeterminación. A Rubalcaba le radiografías, a Paco Vázquez le elogias, a Tarancón le admiras, a Mario Conde le reflejas como un espejo, a Cebrián le respetas, a Garzón un poco menos, a Belloch, en fin, lo enfrentas con su juez favorito: «Acabará pagando sus culpas en los tribunales», te afirmó el que fue gran ministro de Justicia e Interior. El ingenio de Leguina, que cada día escribe mejor, refulge en tu libro: «¿Cómo salir de este agujero si el jefe de los guardias se ha llevado el dinero y al jefe del dinero se lo llevan los guardias?»

Todo el mundo sabe, querido José Bono, que si Felipe González hubiera cambiado media docena de votos habrías sido el gran presidente socialista que España necesitaba en el año 2004. Ahora las cosas se ven claras. Nuestra nación no habría vivido la pesadilla zapatética con la agria herencia económica y, lo que es peor, la atroz herencia política que recibió Mariano Rajoy de manos del admirador de Bibiana Aído y adalid de la Alianza de las Civilizaciones.

El 18 de abril de 1993, en una conferencia en Valladolid, afirmaste: «Algún día nos arrepentiremos de no haber cortado la sangría económica (de las Autonomías) que supone ampliar sin límite las pretensiones expansionistas y el afán de reproducir exactamente el mismo esquema del Estado. Acabaremos teniendo diecisiete pequeños Estados en miniatura». Coño, querido Bono, te anticipaste veinte años a lo que hoy todo el mundo dice. Por eso, tal vez, y por tantas otras cosas, la inmensa mayoría de las bases socialistas saben que el hombre para sacar del pozo al PSOE eres tú.

CRISTÓBAL MONTORO

Que comparezcan los que tienen cuentas no declaradas en Suiza

Querido ministro…

En política, si se juega a la defensiva -decía Winston Churchill, la primera cabeza europea del siglo XX- lo más que se consigue es empatar el partido. Y lo probable es que se pierda.

El think tank de Moncloa -Arriola, Nadal, Moragas- tiende a verlas venir, a jugar a la defensiva. En alguna ocasión ha acertado. Pero no es esa la política deseable ni la eficaz. Tampoco se trata de agredir por agredir. La prudencia es la gran virtud del príncipe y del político, incluso del cortesano. Baltasar de Castiglione tenía razón. Maquiavelo envolvía más los juicios, al estilo gallego de Mariano Rajoy.

«Quien debe comparecer es el que tiene cuentas no declaradas en Suiza». Esa afirmación tuya ha merecido general aplauso. A la ofensiva de Arturo Mas para que los ministros del Interior y de Hacienda comparezcan en el Congreso de los Diputados, has replicado con la frase certera. El entorno de Mas está manipulando la información publicada en EL MUNDO para intentar sacarle rédito electoral. No sé si lo va a conseguir. Lo que está claro es que los informes policiales son tan minuciosos que el presidente de la Generalidad, antes o después, deberá comparecer ante las instancias políticas, primero, ante las judiciales, después, para responder sobre las acusaciones de extrema gravedad que contra él se han vertido. La ley es ley para todos. Nadie está por encima de ella en el Estado de Derecho y, de confirmarse las denuncias, Arturo Mas no tiene otra salida seria que la dimisión.

Hace un par de meses, un destacado dirigente socialista me anticipó, como una de las causas del aspaviento secesionista, el temor de algunos dirigentes catalanes a que la maquinaria de la Justicia les triture. El tiempo y las precisas investigaciones están confirmando la sospecha. Por eso, querido ministro, me parece estupendo que, en lugar de batirte en retirada, hayas pasado a la ofensiva, niegues que la tempestad desencadenada se haya fraguado en los albañales del Estado y denuncies a los que exigen comparecencias políticas cuando son ellos los que, por las buenas o por las malas, deberán responder ante la Justicia, la presunción de inocencia por delante, claro está.

Sobre la cabeza de Arturo Mas pende la espada de la corrupción. Si no gana hoy por mayoría absoluta, la pirueta secesionista se le va a agriar y su futuro ante la Justicia puesta en marcha será cuando menos incierto. Enhorabuena, pues, querido ministro, por tus rotundas, por tus valerosas declaraciones. Algunos sectores te han zarandeado por ellas; la opinión pública está a tu lado.

MARTA LUEJE

Éxito de la exposición de Arte Independiente

Querida Marta…

Has conseguido con la FAIM convertirte en referencia del arte joven de España. Acudí a vuestra magna exposición en el Palacio de Congresos y salí conmocionado por la fuerza y la versatilidad de lo que allí contemplé, pintura, escultura, grabado, fotografía, arte infantil…

Con la muestra por ti organizada se ha robustecido la calidad de Madrid como capital cultural. Hace trece años que asisto a vuestra exposición y en cada convocatoria resulta notable el avance conseguido. Apenas me atrevo a citar a los artistas que exponen porque de forma inevitable se producirán ausencias de nombres relevantes. Recuerdo ahora una mancha abstracta, el estilo Zobel, de Ana Devora, la expresividad de los grupos Arcadia y Localizarte, una escultura de Salina Labera, un abstracto, con remembranzas a Feito, de Lola Iturriaga.

También el paisaje sobresaliante de una pintora consagrada: María José Bro. Interesante la muestra infantil y destacadas las obras de Miguel Santana, María Luisa Valero, Lobatón, Teresa Poza, Paco Ascón, Pedro de Miguel, Barbera, Montseé, Ric Corcuera, Marta Carballo, Vicente Heca, Roberto Espino, Tomas Berlana y tantos otros, con acento especial en la presencia femenina.

Enhorabuena, pues, mi querida Marta. El arte español necesita de iniciativas emprendedoras y rigurosas como la tuya.

Es de justicia subrayarlo así en este mundo de la cultura que debería mostrarse siempre generoso y que a veces es excluyente y tórpido.